Por: Mayra Albán
Diario La República.- Lizeth Florián ha dejado de llevar a Evan, su hijo de seis años que ha sido diagnosticado con autismo, a sus terapias de adaptación. La razón, cuenta indignada, es el maltrato de los profesionales que trabajan en ese establecimiento de salud.
Este es un problema que no debe ocurrir, pero ocurre y se suma a otros. Y es que llevar a Evan a un centro de terapias más grande y mejor equipado no es posible por los elevados precios.
"Hay un centro cerca a mi casa, pero el costo de las terapias es de 45 soles cada una. Eso para mí no es una opción", dice.
El caso de Evan se repite hoy en otros niños con el Trastorno del Espectro Autista (TEA) debido a que la educación especializada significa mayor dinero y, lamentablemente, existen pocos centros accesibles en el país.
"En el Perú no hay ningún centro especializado en autismo (salvo uno que está al alcance de pocos). Acá, todos reciben a chicos con multidiscapacidades. Hacen de todo, pero nada especializado", explica Milagros Huamán, de la ONG ¡Soy autista y qué!
Cuando Lizeth Florián supo el diagnostico de Evan, hace dos años, tuvo que dejar de trabajar. En el centro de terapias donde lo llevaban le dijeron que el pequeño respondía mejor cuando ella lo acompañaba.
Con el presupuesto limitado, esta familia ha tenido que acomodarse a lo que está a su alcance, cerca de Carabayllo.
"Aquí, en el cono norte, un centro medianamente bueno puede costar 250 soles por diez sesiones de terapia. Pero ellos (los niños con TEA) llevan más de una: lenguaje, sensorial, ocupacional. Así que significa más de un sueldo mínimo al mes. El Estado no cubre eso", reclama.
La distancia, otra traba
Lucas Reyes tiene 7 años y debe soportar largos trayectos desde su casa en San Juan de Lurigancho (SJL) hasta sus terapias en el Hospital del Niño, en Breña, y a veces en Surco o La Molina.
Para José Reyes y Lucy Tejada, padres de Lucas, el costo de las terapias oscila entre 80 y 120 soles por salida. Pero ese no es el mayor problema sino las distancias que deben recorrer en taxis o buses para tratar a su hijo.
"Tenemos que llevar una logística: juguetes (porque se aburre), galletas... A eso sumamos el tiempo de espera para que nos atiendan", dice José Reyes, tratando de describir lo difícil que es para su hijo estar expuesto a los ruidos estridentes de la calle.
Los centros cercanos a su casa en San Juan de Lurigancho no han sido lo que esperaban.
"Fui a OIPAL. Allí lo cita ron dos veces para que lo vea un psicólogo, pero la secretaria no lo había coordinado. Entonces reclamé y nos dijeron: 'Gracias a la actitud de la mamá, el niño no va a recibir terapias aquí'. Ni siquiera me devolvieron el dinero", cuenta Lucy Tejada.
Según datos de la ONG ¡Soy autista y qué!, en todo Lima solo hay 66 centros de terapia para tratar el autismo y 73 colegios especializados en el tema. Este es un problema urgente que el Estado debe priorizar.