Salud en Casa.- En el mundo más de 320 millones de personas padecen hepatitis B y C, dos tipos de una misma enfermedad que hasta el 2016 provocaba en el Perú más de 3 mil muertes cada año, según el Institute of Health Metrics and Evaluation.
Si bien la incidencia todavía es muy alta, la investigación clínica en los últimos años ha permitido el desarrollo de nuevos y mejores medicamentos para hacerle frente a esta enfermedad que afecta el hígado. Entre los avances más significativos se encuentran la introducción de vacunas y el desarrollo de fármacos para combatir las infecciones crónicas.
Según el Dr. Ezequiel Ridruejo, presidente de la Asociación Argentina para el Estudio de las Enfermedades del Hígado (AAEEH), las hepatitis B y C crónicas constituyen la primera causa de cáncer de hígado y, al igual que la enfermedad de hígado graso, son padecimientos silenciosos, que pueden estar ocultos en el organismo durante años, sin dar señales de malestar.
De allí la importancia que cobra el reciente desarrollo de la vacuna contra la hepatitis B, la cual evita más de 4,5 millones de muertes cada año, mientras que la de hepatitis C ha permitido reducir a una tercera parte el número de niños menores de 5 años infectados con este virus[2]
Por su parte, el hepatólogo Andrew Campbell indicó que, además de la prevención, los medicamentos para combatir la hepatitis C han experimentado una revolución en los últimos años, con la llegada de los antivirales de acción directa (AAD), un tipo nuevo de tratamiento que ha alcanzado tasas de curación superiores al 95%, algo impensable hace unos años.
En esa línea se encuentra, por ejemplo, el fármaco Glecaprevir/Pibrentasvir, que ha logrado que, luego de 6 meses de tratamiento, en el 99% de los pacientes con hepatitis C crónica y cirrosis inicial la carga viral sea tan baja que no pueda detectarse en exámenes de sangre. Además, se han desarrollado fármacos para aquellos pacientes que no responden a la primera línea de tratamiento[3].
Después de los avances científicos de la última década, el gran reto es que la mayor parte de los pacientes tengan acceso a los mismos. Por ello, la Organización Mundial de la Salud (OMS) se ha planteado como meta que para el 2030, el 90% de las personas con infecciones por hepatitis B y C se sometan a exámenes de detección y el 80% de los pacientes reciban tratamiento[4]. Sobre todo, en lugares como Perú que, según este organismo, forma parte del grupo de 17 países que registran el 70% de los casos de hepatitis B y C en el mundo[5].