Salud en Casa.- A un año de haberse declarado la emergencia sanitaria en varios países de Latinoamérica a causa de la pandemia originada por la COVID-19, y con la segunda ola de contagios azotando América Latina, los pacientes que padecen de dolor crónico han experimentado mayores dificultades para acceder al diagnóstico oportuno y a la atención especializada que necesitan, lo que agrava su situación y produce un aumento de casos.
El Dr. João García, presidente de la Federación Latinoamericana de Asociaciones para el Estudio del Dolor (FEDELAT), señala que, en el último año, no solo se ha dilatado la detección oportuna del dolor crónico, sino que alrededor de la mitad de los pacientes diagnosticados con esta condición se vieron forzados a interrumpir sus tratamientos.
“ La mayoría de los pacientes con dolor crónico han dejado de asistir a los centros hospitalarios porque son considerados población de riesgo por sus trastornos inmunológicos. Además, muchos de los hospitales han priorizado la atención de pacientes COVID-19 frente a otras patologías”, indica el especialista.
Según cifras de FEDELAT, el dolor crónico afecta a cerca de 190 millones de personas en Latinoamérica; en el Perú no existe un registro oficial de pacientes con esta patología, sin embargo, en el 2019 la Asociación Peruana para el Estudio del Dolor (ASPED) estimaba su prevalencia entre el 30% y el 35% de la población.
La Dra. María Berenguel, jefe médico en dolor en Oncocenter - Oncosalud, explica que la falta de atención personalizada y oportuna genera un retroceso en los avances de los tratamientos y ocasionaría un incremento en el número de pacientes con dolor crónico. A ello se suman las personas que lo experimentan como una secuela de la COVID-19: el virus puede causar dolor neuropático por sus efectos sobre los nervios periféricos y la limitación de la actividad física puede ocasionar dolores articulares, musculares y pérdida de equilibrio.
“La interrupción en la atención de los pacientes, así como la reprogramación de cirugías, ocasiona que se intensifique el dolor y se cronifique. Esto representa un serio problema, ya que, en estos casos, se requiere más tratamiento interdisciplinario por mayor tiempo”, asegura la Dra. Berenguel.
La Clasificación Internacional de Enfermedades (ICD-11 por sus siglas en inglés) considera el dolor crónico como una patología en sí misma. En ese sentido, ambos expertos coinciden en que requiere de un tratamiento integral, que comprenda terapias farmacológicas, físicas y psicológicas, con un abordaje personalizado. Sin embargo, aún persisten barreras como el poco conocimiento de profesionales de la salud, pacientes y autoridades sobre la enfermedad y su manejo, que dificultan la óptima atención de la condición.
“ Ya antes de la pandemia, el tiempo que le tomaba a un paciente conseguir un diagnóstico y tratamiento adecuado podía ser de hasta dos años, lo cual tiene un impacto físico, emocional y económico en las personas que lo padecen y en la sociedad”, señala García.
Berenguel advierte que visibilizar y atender esta situación es esencial para garantizar la calidad de vida de los pacientes y de sus familiares. “El dolor crónico limita las oportunidades de llevar una vida funcional, por ello, es importante que exista la disposición e interés por abordar y difundir conocimiento sobre esta condición, para así brindarles a los pacientes la seguridad de que serán atendidos de la mejor manera”, concluye.