Salud en Casa.- En muchos lugares de nuestro país, aún se presentan servicios de agua y saneamiento insuficientes o que están gestionados de forma inadecuada exponiendo a la población a riesgos para su salud.
Las enfermedades transmitidas por el agua contaminada pueden propagarse por vía oral, a través del consumo directo de agua o alimentos mal lavados. La preparación de alimentos, especialmente los que llevan pescado crudo en nuestro medio (Ceviche, Sushi) también suelen ser un medio de transmisión de enfermedades, especialmente si son preparados por personas que no tienen buenas prácticas de higiene.
“Las enfermedades transmitidas por el agua pueden prevenirse con ciertas precauciones sencillas, tales como: el consumo de agua embotellada que cuente con ciertos estándares de salubridad, el uso de agua tratada de manera adecuada, un adecuado lavado de manos antes de preparar o consumir alimentos, el adecuado almacenamiento del agua en envases limpios, entre otras” mencionó el Dr. Martín Tagle, Gastroenterólogo de la Clínica Anglo Americana.
Es por eso que, el especialista, nos enseña cuales son los riesgos que puede causar en tu salud el consumo de agua contaminada:
● Enfermedades diarreicas también llamadas gastroenterocolitis agudas por bacterias o virus, caracterizada por dolor abdominal cólico, vómitos, y diarreas acuosas. Los principales gérmenes causantes suelen ser la Escherichia coli, Salmonella, Shigella y Rotavirus. Pueden llevar a la deshidratación y a veces a grados más severos de infección que incluso pueden requerir hospitalización.
● Hepatitis viral tipo A o E que, si bien pueden cursar asintomáticas sobre todo en los niños, son capaces causar cuadros más severos, caracterizados por malestar general, fiebre, orina oscura y color amarillo de piel y ojos. Existe una vacuna muy efectiva contra la hepatitis A (pero no contra la E), pero la principal prevención consiste en aplicar las medidas arriba expuestas.
● Diversos tipos de parásitos, como Giardia lamblia, amebas y helmintos (gusanos), que a veces pueden habitar en el intestino durante muchos meses o años, sin causar molestias, pero otras veces pueden causar diarreas crónicas, anemia, pérdida de peso e incluso invasión a órganos como el hígado (amebas, fasciola hepática, por ejemplo) o la piel (Gnatostomiasis).