Agencia Andina.- Dejar que los niños lloren constantemente, sobre todo si son bebés, es catalogado como un modo de tortura y puede tener secuelas en la construcción de su personalidad, llevándolos a convertirse en seres desconfiados y hasta violentos con otros o consigo mismos.
Así lo manifestó Rodolfo Pomalima, director ejecutivo del área de Niños y Adolescentes del Instituto Nacional de Salud Mental (INSM), durante el programa Saludable Mente de Andina Canal On Line, en el que pidió a los padres estar atentos a las solicitudes de sus hijos, sin importar la edad que tengan.
Cuestionó asimismo la creencia de que los bebés lloran con el propósito de manipular a sus padres.
“Es una tortura dejar llorar a los niños y esto se eleva a la enésima potencia si además los castigamos física y psicológicamente. El niño llora porque está estresado, porque necesita algo. ¿Cómo podría manipular un niño de 12 meses, dos años o tres años a su madre o su padre? Eso es totalmente falso”, señaló.
Cuando un niño llora sin consuelo se llena de estrés. Durante este proceso secreta cortisol, una hormona con la que puede intoxicar su cerebro en pleno crecimiento, alertó.
El experto explicó que los vínculos que se establecen con el bebé son decisivos para que se forme como una persona segura, estable y se sienta querida.
Cerebro inmaduro
Debe entenderse que el cerebro del niño está en desarrollo y necesita de sus cuidadores para sobrevivir y para descubrir el mundo.
“Los padres son los llamados a desarrollar un apego seguro que ayude al bebé a regular su situación afectiva, sus miedos y temores. Muchos padres, dicen yo lo cuido, lo quiero ¿qué miedo podría tener? Pero no olvidemos que ese niño no conoce nada del mundo al que ha llegado”, señaló.
Explicó que un niño empieza recién a los 7 años a tener un pensamiento abstracto, a saber, concretamente lo que es bueno y malo. Cuando un bebé llora es porque necesita algo y las respuestas que reciba a sus demandas irán moldeando su cerebro, su manera de entender cómo funcionan las relaciones humanas.
“Los niños que lloran por mucho tiempo (de forma constante), no logran consuelo y se tienen que calmar solos, ya no confían en nadie. Si hay constancia en el maltrato, van entendiendo que así funciona la vida y se acostumbran”.
La conducta de las personas depende de muchos factores, uno de ellos y muy importante es el apego que recibieron en la primera infancia.
Si se trata de un apego seguro, en el que existió cariño, caricias, tiempo, tranquilidad, se formarán como personas serenas, amables, empáticas.
Pero hay otros tipos de apego que pueden ser muy nocivos, en el que el llanto está muy presente.
“El apego de tipo evitativo se caracteriza por cuidadores que no están muy pendientes del niño. Están cerca, pero solo cuando necesitan algo o lloran. Cargan al bebé, pero luego lo dejan. En esos casos, el niño piensa si no puedo tener siempre esta figura cuidadora para mí, mejor la evito. Serán personas desconfiadas, que no quieren estar con la gente, que no se comprometen”, advirtió el especialista.
Llantos y golpes
El psiquiatra señaló que existe también el apego ambivalente o ansioso, donde la madre, por diversas problemáticas en la vida, está muy tensa, ansiosa. En esos casos, el niño copiará el modelo y a la larga serán chicos muy temerosos, dubitativos en lo que hagan.
“Es el peor de todos los apegos o vínculo, el desorganizado, donde los padres y madres se vinculan golpeando y maltratando a sus hijos. Les gritan y ellos no saben qué hacer. No saben cómo acercarse a sus padres porque pueden recibir una cachetada, un grito. Es un vínculo desorganizado, donde los niños tendrán serias complicaciones en su salud mental”, dijo.
Si un niño o niña lloran, lloran y lloran para obtener atención es porque así lo aprendieron desde pequeños.
Posiblemente puedan desarrollar conductas de manipulación debido a que recibieron un apego desorganizado. Están acostumbrados a pedir y que no les den, a pedir y que no le den, “entonces pierden todo tipo de esperanza y actúan”.
Explicó que, dependiendo del temperamento del menor -relacionado más a una cuestión biológica- tendrán conductas más externalizantes o internalizantes.
“Si es externalizante serán los niños o niñas que les pegan a otros, con conductas de riesgo. Pero si es internalizante serán personas deprimidas, con muchos problemas psicomáticos y hasta pueden pensar en el suicidio. Dependerá de la personalidad”, acotó.
El director ejecutivo del área de Niños y Adolescentes del INSM comentó que los vínculos se forman a lo largo de toda la vida y que si, en la primera infancia, no se ofreció un apego seguro a los hijos, hay posibilidad de mejorar los vínculos con mayores dosis de cariño, cercanía y atención.
“Los niños son como son porque así fueron criados. Algunos padres dicen hace dos días que no le pego a mi hijo y aun así no se porta bien. Pero son ocho años los que le han pegado. Su cerebro está adaptado a eso. Para que ese cerebro cambie debe pasar tiempo, porque nosotros actuamos de acuerdo con nuestro cerebro”.
Aconsejó la terapia familiar como salida a comportamientos no deseados en los niños o corregir vínculos no sanos entre padres e hijos.